A día de hoy posiblemente sea Lana Del Rey la artista que más me gustaría entrevistar en persona. Comprobar su reacción física a cada pregunta, la cara, el gesto, intuir a través de los pequeños detalles las posibilidades de profundizar en un tema o pasar al siguiente y, sí, también, permitirme abrir el melón de su vida privada ganándome su confianza. ¡Y es que en su nuevo disco “Did You Know That There´ s a Tunnel Under Ocean Blvd” (Interscope 2023) hay tántos –la tilde es premeditada- hilos de los que tirar!
El álbum es la suma de varias cocteleras agitándose al unísono, de modo que requiere atención constante. Mientras estás inmerso en una frase, se te va escapando una virguería en los arreglos de Drew Erickson, Jack Antonoff o Zach Dawes. Aún estás valorando si será la definitiva musa mundial del torch de femme fatale cuando gira a un texto de recogimiento de una solterona –aspirante a madre- en la estructura familiar seguidora de una congregación religiosa. Crees que finalmente ha sucumbido a las baladas con piano y cuerdas, y ella finiquita el álbum en clave rap y R&B. Resultado: quedas descolocado y fascinado a la par, con muchas ganas de sumergirte en el subsuelo de Los Angeles, allá donde no penetra la luminotecnia deslumbrante de la fama y asoman sombras oscuras de quienes creyeron en sus promesas. Un pastiche inabarcable. Lasagna Del Rey.
En el plano musical, el disco opera en varios niveles. Algunas de las piezas sentidas con base de piano eligen socios –tanto en aporte instrumental físico como cediendo samples-, entre ellos Jon Batiste, SYML y RIOPY. Las que van al principio enganchan enseguida, a la vez que desvelan el ideario de Lana: la desazón de una fabulosa “Did You Know That There´ s A Tunnel Under Ocean Blv” que pilla de Harry Nilsson, con una frase que es todo un mundo (fuck me to death, love me until I love myself); el romanticismo de aquella juventud sellada por el boss en ·Born To Run» de «Sweet» (if you wanna go where nobody goes, that´ s where you´ ll find me); o los siete minutos de “A&W” (la tristeza sórdida de vivir en un hotel, muy de artista de L.A, con su segunda lectura acerca de la obsesión sexual como “American Whore”). Siempre alternando con composiciones marcadas por recuerdos como “The Grants”, “Fingertips” y “Fishtail”, sembrando la duda entre la realidad y la ficción.
Personalmente, tras pocas escuchas, me quedo con su nueva colaboración con Father John Misty, “Let The Light In”, acerca de un affaire con un músico casado; y con “Margaret” –dedicada a Margaret Qualley, la pareja de Jack Antonoff aquí facturado como Bleachers- por el sonido tan corpóreo que agarran las voces. Sin embargo el titular debe reservarse para las dos últimas canciones. “Peppers” pilla de una pieza de Tommy Genesis mientras Lana, a través de un flow dopado, se desangra en un rap actual de infidelidad (my friend tested for Covid). Y “Taco Truck x VB” –de título original “Bonita”- prosigue con una guitarra nocturna de talante R&B, proyectando el lado oscuro alejado de las bonanzas de Hollywood (met my friend at the taco truck, pass me the vape, I´ m feeling sick, I need to take a puff). Ajusta un tramo spoken Margaret (Qualley) y Lana decide aportar una perspectiva distinta medio sampleando su propia “Venice Bitch”, para conseguir otro de los momentos alucinantes del álbum. Además guardado para el final, con premeditación. Para recordarnos quién es y lo que ha conseguido. O cuando las derrotas imaginarias camuflan la victoria real.