«Red Moon In Venus» (Kali Uchis)

    Tras impresionar a medio mundo con “Isolation” (2018) y la sensación de encontrarnos musicalmente ante una Amy Winehouse escorada a lo latino sensual, Kali Uchis buscó poner el acento precisamente en eso con el siguiente disco cantado casi entero en castellano a finales de 2020.

    Su nueva grabación “Red Moon In Venus” (Geffen 2023) vuelve a escoger la órbita anglosajona tanto en lo musical como en el idioma, aunque “Como Te Quiero Yo”, “Hasta Cuando”, “Not Too Late” y “Moonlight” contengan tramos en español. Lo importante sin embargo no es la lengua, sino el decorado soul/R&B de dulzura tórrida. Arranca ensoñadora y mullida pillando de soul lento con falsetes y voces agudas que se sentirán cómodas encamadas durante la madrugada. Incluso cuando se recurre a adornar el tono aterciopelado con una mayor prominencia de bajo y percusión –“All Mine”-, la cosa sigue igual de ardiente, con interpretaciones junto a otros, como “Worth The Wait” (Omar Apollo), “Fantasy” (con su pareja Don Toliver), y “Deserve Me” (Summer Walker). R&B entre sábanas de satén  que permiten construir joyas como una “Moral Conscience” cuya tecnología encaja con la deriva celestial, a la que se suma algún gorgorito fantástico (también brillan “I Wish You Roses”, “Endlessly” y “Blue”). Una última composición aporta el beat suficiente para dejar el catre, ponerse a bailar y dar por concluido el disco con cierto tono festivo.

    El resto se queda –que no es poco- en el recital de una Kali asentada de maravilla entre el amor de telenovela y –su fuerte- el físico. Un disco repleto de viñetas explícitas. Me quieres comer el pussy, se nota.

«The Candle And The Flame» (Robert Forster)

    Lo que tiene el hacerse mayor: la mirada por el retrovisor es cada vez más larga mientras uno recupera el aprecio por el calor de quienes le rodean. Sin dejar por supuesto de poner el foco en lo que recientemente más ha podido afectarle a Robert Forster. Si hace años fue la muerte de su socio Grant McLennan, ahora se trata de animar a su esposa Karin Bäulmer a recuperarse de los efectos de la quimio debido a un cáncer.

    Así, “The Candle And The Flame” (Tapete 2023) está repleto de títulos y textos a tal efecto. “She´ s A Fighter”, It´ s Only Poison” y “There´ s A Room To Live” son bastante explícitas, pero en casi todas –pese a haber sido compuestas antes del diagnóstico- surge alguna alusión, incluso en las que parecen confesiones de un veterano. “The Roads” goza del mismo perfume que las más reposadas de Go-Betweens. En “I Don´ t Do Drugs I Do Time” la voz de apoyo de Karin rezuma el cariño de la compañera de tu vida. Forster se apoya en ella y en su hijo Louis –el de The Goon Sax- para fortalecerse, así como en su otra hija Loretta, en Adele Pickvance –la eterna gregaria de Go-Betweens que ha grabado también con su grupo The Chandeliers- y en Luke McDonald, reforzando el aire familiar del álbum Victor Van Vugt de Bad Seeds. Comparado con los anteriores, no es su mejor trabajo, pero tal vez sí el más vitalista. Bocados de autoayuda.

Pearla

    Durante breves instantes, el título “Oh Glistening Onion, The Nighttime Is Coming” (Spacebomb 2023) de Pearla me ha cruzado cables asociándolo con la música de Island Records de hace medio siglo. Será por dos palabras del título, glistening -¡ah, aquella masterpiece de John Martyn llamada “Glistening Glyndebourne”!- y onion –el espíritu de las 5000 cebollas de Incredible String Band- como anzuelo. Después, en el interior, la preciosa canción titulada “The Mysterious Bubble Of The Turkey Swan” también evocaba al sello, así como algunos acordes de “About Hunger, About Love” con el marchamo de Cat Stevens.

    Pero no. La cantautora Nicole Rodriguez tiene más bien poco que ver con aquellos sonidos. En todo caso, mantiene cierto perfume de country –la última antes citada- y folk –la acústica “Flicker”- pero maquillado en un cóctel en arreglos de vientos y cuerdas pluscuamperfecto –escúchese “The Glistening Onion”- a cargo de Tracey Pollard, socio de Spacebomb y responsable de algunos arreglos de Matthew E. White, Helado Negro y Natalie Prass. Obviamente la fórmula aplicada condena a comparar a Nicole con Natalia. Sin embargo, por la belleza de “Ming The Clam” y lo etéreo de la colcha de “Effort”, sería más apropiado ponerla en el mismo nivel de otra fantástica cantautora neoyorkina con concesiones rurales, Cassandra Jenkins. Excelente debut BTW.

Iris DeMent

    Tres décadas atrás, durante un par de años –entre 1992 y 1994- estuve bastante atento a la carrera de Iris DeMent gracias a sus dos primeros discos –“Infamous Angel” y “My Life”- que la aupaban como relevo generacional femenino del country. Después me fui desconectando, seguramente porque ella tampoco se prodigó en una discografía extensa, con una vida de semiretiro que se generó al casarse con Greg Brown en 2002.

    Tras varios años sin apenas publicar material –dos o tres grabaciones- reaparece con un disco mayormente producido por Richard Bennett, su hijastra Pieta Brown –que la animó a confiar en sus nuevas composiciones- y al veterano productor de sus inicios Jim Rooney, ahora de 85 años.

    “Workin´ On A World” (FlariElla 2023) posee la urgencia de una veterana que ansía propagar su mensaje ahora que aún puede. Tal vez demasiado largo para un disco de matriz country –una hora-, parece no querer dejar ningún cabo suelto en su listado de los buenos y malos que están marcando la suerte del planeta. La pieza clave es una “Goin´ Down To Sing In Texas” de nueve minutos, con versos construidos según la fórmula Dylan, donde elogia a The Chicks mientras arremete contra Jeff Bezos, Trump, Bush, la legalización de las armas, el abuso policial, el racismo, y la impunidad de los delincuentes. Y no faltan otras dedicadas a luchadores que según ella querían mejorar el mundo como “How Long” –dedicada a Martin Luther King- o “Mahalia”. Podrás estar o no de acuerdo con algunos de los nombres que ensalza o vilipendia, pero no puede discutirse su pretensión de defender una sociedad más justa. Y siempre podremos recordar este disco por incluir la hermosísima balada “I Won´t Ask You Why”.

“Did You Know That There´ s A Tunnel Under Ocean Blvd” (Lana Del Rey)

    A día de hoy posiblemente sea Lana Del Rey la artista que más me gustaría entrevistar en persona. Comprobar su reacción física a cada pregunta, la cara, el gesto, intuir a través de los pequeños detalles las posibilidades de profundizar en un tema o pasar al siguiente y, sí, también, permitirme abrir el melón de su vida privada ganándome su confianza. ¡Y es que en su nuevo disco “Did You Know That There´ s a Tunnel Under Ocean Blvd” (Interscope 2023) hay tántos –la tilde es premeditada- hilos de los que tirar!

    El álbum es la suma de varias cocteleras agitándose al unísono, de modo que requiere atención constante. Mientras estás inmerso en una frase, se te va escapando una virguería en los arreglos de Drew Erickson, Jack Antonoff o Zach Dawes. Aún estás valorando si será la definitiva musa mundial del torch de femme fatale cuando gira a un texto de recogimiento de una solterona –aspirante a madre- en la estructura familiar seguidora de una congregación religiosa. Crees que finalmente ha sucumbido a las baladas con piano y cuerdas, y ella finiquita el álbum en clave rap y R&B. Resultado: quedas descolocado y fascinado a la par, con muchas ganas de sumergirte en el subsuelo de Los Angeles, allá donde no penetra la luminotecnia deslumbrante de la fama y asoman sombras oscuras de quienes creyeron en sus promesas. Un pastiche inabarcable. Lasagna Del Rey.

    En el plano musical, el disco opera en varios niveles. Algunas de las piezas sentidas con base de piano eligen socios –tanto en aporte instrumental físico como cediendo samples-, entre ellos Jon Batiste, SYML y RIOPY. Las que van al principio enganchan enseguida, a la vez que desvelan el ideario de Lana: la desazón de una fabulosa “Did You Know That There´ s A Tunnel Under Ocean Blv” que pilla de Harry Nilsson, con una frase que es todo un mundo (fuck me to death, love me until I love myself); el romanticismo de aquella juventud sellada por el boss en ·Born To Run» de «Sweet» (if you wanna go where nobody goes, that´ s where you´ ll find me); o los siete minutos de “A&W” (la tristeza sórdida de vivir en un hotel, muy de artista de L.A, con su segunda lectura acerca de la obsesión sexual como “American Whore”). Siempre alternando con composiciones marcadas por recuerdos como “The Grants”, “Fingertips” y “Fishtail”, sembrando la duda entre la realidad y la ficción.

    Personalmente, tras pocas escuchas, me quedo con su nueva colaboración con Father John Misty, “Let The Light In”, acerca de un affaire con un músico casado; y con “Margaret” –dedicada a Margaret Qualley, la pareja de Jack Antonoff aquí facturado como Bleachers- por el sonido tan corpóreo que agarran las voces. Sin embargo el titular debe reservarse para las dos últimas canciones. “Peppers” pilla de una pieza de Tommy Genesis mientras Lana, a través de un flow dopado, se desangra en un rap actual de infidelidad (my friend tested for Covid). Y “Taco Truck x VB” –de título original “Bonita”- prosigue con una guitarra nocturna de talante R&B, proyectando el lado oscuro alejado de las bonanzas de Hollywood (met my friend at the taco truck, pass me the vape, I´ m feeling sick, I need to take a puff). Ajusta un tramo spoken Margaret (Qualley) y Lana decide aportar una perspectiva distinta medio sampleando su propia “Venice Bitch”, para conseguir otro de los momentos alucinantes del álbum. Además guardado para el final, con premeditación. Para recordarnos quién es y lo que ha conseguido. O cuando las derrotas imaginarias camuflan la victoria real.