Siempre he sentido una atracción especial por los enclaves surferos de los países tropicales, desde los más conocidos a los más remotos.
Puerto Viejo de Talamanca, en Costa Rica, es uno de ellos, predominando el turismo norteamericano. La ola pega de canto sobre los arrecifes, Salsa Brava, echándole el plus de excitación; nadie quiere estamparse contra ellos. Tras la puesta de sol, un gallo pinto o un casado llenan el buche de los más deportistas en Soda Tamara.