Lo reconozco: no soy un devoto de Damon Albarn. Cuando hace dos décadas se prendió la mecha artificial mediática de Blur contra Oasis, siempre me cayó mejor la chulería de los hermanos Gallagher que las buenas formas de los primeros. Me sobraba la fachada de -dentro de lo posible, nada extraordinario- chicos con más sentido común que la de unos supuestos garrulos copiones de Beatles. De hecho me encontraba con un problema. Su talento no estaba a la altura de sus inquietudes. [Más…]