
Vayamos al grano: Sally Dige se presenta con unas credenciales que no van a revolucionar el mundo de la música. Su apuesta descarada por el synth-pop escorado a pistas de baile de ínfulas arties en melodías que recorren- con caligrafía de trazo seguro- por los márgenes del dark wave y su estética de claroscuros, el fotograma desenfocado en vhs, referencias a Murnau y Bergman, o también los cuentos de los Hermanos Grimm y al rojo carmín, es de sobras conocida por todos. Un paradigma que se me antoja inagotable, y que en muchas ocasiones da pie a que arruguemos el ceño con desconfianza. ¿Qué diferencia a la artista canadiense del resto? Pues no tengo un discurso claro que vaya a convencer a los conversos porque, de alguna manera, yo también rehuyo de tanta sobreexposición de nostalgia y, en palabras de Simon Reynolds, retromanía. [Más…]