1997, Ecuador. Hemos llegado, tras múltiples retenciones descendiendo la sierra andina por los deslaves causados por la lluvia, a la costa. El fenómeno de El Niño está pegando fuerte esta vez. El sol asoma de vez en cuando en Atacames y Tonsupa, donde pasamos unos días de playa antes de proseguir la ruta costera rumbo al sur. Tras San Vicente, al entrar en Bahia de Caráquez, las cosas empiezan a empeorar, con daños cuantiosos por desprendimientos que han arrastrado al mar a un barrio entero montado sobre la loma. En transporte público debemos bajar constantemente de autocares debido al corte de caminos, cargar mochila con agua o lodo hasta la rodilla durante centenares de metros, y subirnos a otros esperando al otro lado. A veces el bus prefiere avanzar por la arena dura de la marea baja, embarrancando y esperando horas hasta que alguna camioneta pase por allí y nos recoja. La situación no es mejor en Puerto López, con la electricidad cortada y con las calles convertidas en ríos -vi incluso peces, lo juro- mezcla de agua y barro. Finalmente decidimos olvidarnos de llegar a Montañita, la tierra prometida a escasos kilómetros; dimos un larguísimo rodeo para recalar en Salinas, el Miami ecuatoriano. [Más…]