«All Of This Will End» (Indigo De Souza)

    Las cantautoras cuya base es la guitarra eléctrica tienen un punto menos inmediato que las que se apoyan en la guitarra acústica, pero a cambio aportan un plus áspero más afín a la adrenalina del rock y, seguramente –visto el éxito de contemporáneas como Forth Wanderers, Waxahatchee, Soccer Mommy etc-, adecuado a los tiempos presentes.

    En su nuevo álbum Indigo De Souza vuelve a contar con la ayuda productora de Alex Farrar, experto en combinar electricidad y voces femeninas –Hurray For The Riff Raff, Angel Olsen, Snail Mail- cazando al vuelo lo sutil y vulnerable entre la crudeza como en el nuevo de Wednesday. De algún modo, gracias a él “All Of This Will End” (Saddle Creek 2023) brilla.

    Durante la primera mitad se produce un tanteo entre lo íntimo, lo opulento –la entrada de “Time Back” empieza bedroom y sube a pasión tipo Florence-, lo fácil –se insinúa en “Losing” y se rubrica en una “Parking Lot” directa que se te mete en los huesos- y lo convulso, como la pedrada de “Wasting Your Time”. A partir de “All Of This Will End” –de cuya neblina surge una textura synth ensoñadora-, “Smog” –pulsión más firme con estribillo pop mezcla de dinamismo y vulnerabilidad- y la también pletórica “The Water”, empezamos a intuir que De Souza ha planteado el disco de menos a más, cuando un contrapunto íntimo en “Always” de pronto se rompe gracias a un cortocircuito marca del manual Farrar/Wednesday. Viendo crecer “Not My Body” con acústica y “Younger And Dumber” –típica composición final para dejar buen sabor de boca: la más sentida con piano y pedal steel interpretada con borbotones de pasión-, lo entendemos todo mucho mejor.

Emilíana Torrini & The Colorist Orchestra

    Después de la buena acogida de un directo en 2016 de la islandesa Emilíana Torrini con el combo belga The Colorist Orchestra, ambos han vuelto a asociarse. Y es que contar con Aarich Jespers y Kobe Proesmans para que le diseñen un decorado sonoro a las características de la Torrini ahora mismo es un gran asunto, como ya se vio en otras experiencia de los belgas (Howe Gelb): esquemáticos como Bad Seeds, utilizando la parte lounge del estilo de Broadcast, y con cierto timbre de insolencia jazzy digno de acompañantes de Tom Waits. Con ellos, cada recoveco melódico crea un espacio acústico nuevo.

    Escuchando “Racing The Storm” (Bella Union 2023), que así se llama la secuela, transitaremos por momentos de sensibilidad extrema sin empalagar, pues las percusiones –el fuerte de Jespers y Proesmans- se encargan de no dejar a las cuerdas solas en primer plano. De hecho los mejores tramos son sigilosos, como el de “Dove” que te deja embobado; la manera de desplegarse voz, percusión y cuerdas en “Racing The Storm”, o ese final de candilejas, palmas, bongos y cuerdas de “Right Here” adobado con el magnífico sentido artístico de Emilíana. Pero nunca abusan de técnicas electrónicas a modo de colchas que sirven para sublimar y dar empaque etéreo a tonadas vulgares sobre las que susurrar. Lo suyo es más físicamente palpable.

Hamish Hawk

    De vez en cuando brotan voces desde Gran Bretaña que no se conforman con interpretar, sino que tienen en su mochila composiciones en las que los textos también requieren atención artística. ¿Poetas metidos a cantante? Algunos sí, otros no tanto. El caso es que Hamish Hawk en este aspecto va más allá que un Richard Hawley, Hayden Thorpe o Orlando Weeks. Y sin atrevernos a calificar los textos de “Angel Numbers” (Post Electric 2023) como obra maestra, tienen un gancho magnético –unos versos como sentencias, otros que conducen la trama a espacios ambiguos que cada cual puede descodificar a su manera- que da para reflexionar después de escucharle.

    Su estilo tiene algo de gallardo, una versión a la escocesa a caballo –de caballero andante- entre la épica del boss y el estoicismo de Jarvis Cocker (en “Think Of Us Kissing” y “Desperately” por ejemplo) gracias a la producción férrea de Rod Jones, de Idlewild. No faltan guiños en los títulos –aunque poco tengan que ver con el sujeto- capaces de captar la atención previa a su escucha, como “Elvis Look-alike Shadows” y “Bridget Saint John”, utilizando además referentes adecuados: dos canciones antes del single “Money”, explica un sueño en el que Bill Callahan le advertía de la fijación por el dinero con fondo de pedal steel (“Bill”).

    Además de otras piezas destacables como “Rest & Veneers” (también con aire country y dueto con Samantha Crain) y “Frontman” (aquí comparece Annie B. Savage), se debe insistir en los textos. En frases como Do I repulse you? Wich part of me d’ you wish would hit the floor (“Money”) o The more I resist, the more you insist (“Dog-Eared August”).

Román

    Conocedor de la escena catalana desde los tiempos de Parkinson DC, vuelve Román Gil Moreno a presentar un nuevo trabajo cuya elaboración le ha llevado siete años, y ha precisado de la ayuda de Verkami para poder materializarse.

    El autor de “Via Láctea” (2007) y “Miau” (2015) durante este tiempo ha seguido recurriendo a algunos músicos presentes en su segundo disco, como por ejemplo Brossa Quartet De Corda,, Maya Fernández, Ricard Guasch, Marc Tena y Patricia Serrano hasta dar forma a “Atom” (BelamarH 2023) junto a otros no menos destacados como Alberto Montero (de Algo), Lisa Bause (Las Migas) o Steven Munar (The Tea Servants, The Miracle Band). El melotrón y el tono prog de “Atom” evocan a los King Crimson de 1968 –ya reivindicados en los tags de su bandcamp junto a Lucio Battisti, Hendrix, Bowie y Brian Wilson- con voces ásperas afines a aquella gama del sello Island de entonces entre progresía y Morricone. El excelso piano de “Vida” surge por entre un fondo digno de un soundtrack de John Barry para 007, mientras la guitarra de morro fino de “Mi Padre”, respaldada por las cuerdas, se va tornando apocalíptica a medida que la estructura muda a barroco.

    Durante la segunda mitad del disco, Román aborda las temáticas que interesan en la actualidad, como la precariedad, el cinismo político o la obsesión por la vida sana, desde una sorna disimulada entre ritmos más festivos –conatos de disco beat de “El Negoci” y de vaudeville de “Amic Meu”- sublimada en ese final -` he escrito cuatro palabras, son mi despedida, no es que deba dejaros, pero soy previsor´  son los primeros versos de “Cançó De Comiat”- que nos deja con la sonrisa en los labios.

The Natural Lines

    Matt Pond acumula casi un cuarto de siglo de carrera, sobre todo en el seno de Matt Pond PA, sin apenas reconocimiento –una injusticia vista su discografía- más allá del radio de acción regional (entre Pennsylvania y Nueva York). Ahora recupera la actividad en un ambiente más sosegado y melódico en The Natural Lines con el álbum homónimo (Bella Union 2023).

    “Monotony”, “No More Tragedies”, “HELP” y “Alex Bell” gozan del mismo regusto de rock agridulce que ni llega por arriba a The Replacements ni por abajo a Coldplay. Sin tapujos. Honesto. En un mismo nivel que bandas con grandes discos melódicos en algún momento de su carrera como Death Cab For Cutie, Counting Crows, Midlake o Horse Stories. Esa pureza a ratos introspectiva es de ésas que animan nuestra imaginación. Pienso en un amanecer bonito con la compañía de “Spontaneous Skylights 1”, de fragilidad sublime, para poco después contemplar el sol subir junto a “A Scene That Will Never Die”, probando que el rock puede ser robusto y vulnerable a la vez, sin excesos ni defectos. Este hombre no va a estas alturas a liderar ningún movimiento musical ni ninguna tendencia, aunque la paciencia con que mima sus composiciones reclama una mayor popularidad. Nunca es tarde.