«Nunca vi la silla de ruedas. Para mí era invisible, pero él la tenía siempre presente. Cuando había que subir unas escaleras para llegar a nuestro camerino, me decía que mejor nos veíamos en el bar. Cuando contraímos la misma enfermedad y le dije que era el peor dolor que jamás había sufrido, me respondió que él ya no sentía ningún dolor. Cuando le invité a dar un paseo bajo la lluvia, alegó que sus manos se mojarían. Para mí Vic era un hombre enorme y maravilloso, pero él se veía a sí mismo muy pequeño. Y triste.»
Texto original de Kristin Hersh publicado en una web abierta para recaudar fondos con los que ayudar a la familia de Vic Chesnutt, quien fallecía ayer día 25 por la tarde.