Beabadoobee

Filipinas, febrero de 1985. Después de unos días de relajo en la entonces rústica isla de Boracay –aún no había luz eléctrica, ahora hay campos de golf-, viajamos ya en la vecina Panay en jeepney por la carretera polvorienta a Kalibo y, desde allí, cruzamos la isla durante siete horas hasta llegar a la capital Iloilo. Recuerdo aún la guest house donde pernoctamos, Family Pension House, edificada alrededor de un árbol cuyo tronco despegaba del snack bar atravesando los techos de los pisos. Los cuartos tenían wc pero no había separación física –ni pared ni cortinas- entre la letrina y las camas. Saliendo, las calles de noche se llenaban de puestos de comida que, debido a la humareda espesa, dibujaban un ambiente onírico: fragmentos de recuerdos de viajes sin corsé.

De Iloilo precisamente procede Bea Kristi, o sea Beabadoobee, ahora residente en Londres, cuyo segundo álbum “Beatopia” (Dirty Hit 2022) es una modesta maravilla que mezcla el fuzz nineties con melodías encantadoras y vulnerables. Sus altibajos no llegan a ser tan drásticos como los de Sparklehorse o Neutral Milk Hotel, pero posee ese mismo contraste –solo que menos extremo- entre el nervio y el caramelo. Tras abrir con “Beatopia Cultsong”, instrumental de psicodelia parsimoniosa bucólica, combina suciedad adorable (“10:36”) con canciones de cuna de dormitorio cuqui (“Ripples”), zarpazos de samba (“The Perfect Pair”) y algarabía –Pixies o Weezer en clave femenina UK- como “Talk”.

Excelente el último tercio del álbum, con canciones ideales para cerrar conciertos como “Pictures Of Us” (ya la imagino coreándola en masa), “Don´t Get The Deal” (con el efluvio de adrenalina agazapado esperando su turno para soltar lastre), o el chisporroteo electrónico de alegría incontenida de “Tinkerbell Is Overrated”, abriendo el paso para el candor de “You´re Here That´s The Thing”. Glorioso.

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