Skullcrusher

   El periodismo musical conlleva un problema frustrante: trasladar en palabras la emoción provocada por lo que escuchamos. Algo que va más allá de los datos biográficos, el estilo musical –aunque todo suma a la hora de acercarse a la definición más cercana posible- y las anécdotas esbozadas en la hoja promocional. Algo que no se puede a menudo explicar con palabras y que debemos conformarnos con calificar y elogiar a la vez que rogamos que, esta vez sí y por su propio bien, el lector confíe en lo que lee y se decida a prestar unos minutos de atención al disco.

   No sé si es el caso de este álbum. De si trascenderá o no con el tiempo. Es difícil que atrape por el despistante nombre de la banda, Skullcrusher, más digno de una de metal que de las cadencias folkies propuestas por una Helen Ballentine encerrada en su universo de belleza y resonancias que retumban hogareñas en su aislamiento. Tampoco sé si sirve de mucho compararla con cosas más radicales de hace décadas que se me ocurren mientras escucho el debut “Quiet The Room” (Secretly Canadian 2022), como los primeros Cowboy Junkies, Low o Mazzy Star, porque no vienen realmente a cuento sino que tan solo rebotan ciertos flashes, como su afección profunda (casi religiosa).

    Quizá debiera arrancar desde el principio folk, cuando publicó una canción en 2021 titulada “ Song For Nick Drake”, y que marca el camino más lógico a seguir. El folk/dream pop con banjo –a cargo de Noah Weinman- cabalgando entre nubes de “Whatever Fits Together”, el tema estrella, supone el punto de inflexión para después degustar en plenitud la quietud ensoñadora de “Lullaby In February” y “Pass Through Me”, acabar rendido ante el preciosismo de “It´s Like A Secret”, la arquitectura etérea de “Sticker” –capaz de desaparecer ante el mínimo soplo y al mismo tiempo permanecer iridiscente en la memoria- o ese piano tan melancólico en “Window Somewhere” dando vida a su voz hasta que todo muta gracias a los drones y la acústica, llegando incluso a sonar un conato de beat a punto de emanciparse.

   Evocación espectral, reflejos lejanos de pensamientos en sueños, solemnidad contemplativa o simplemente frágil: pero no nos equivoquemos, entre sus ramas anida también la evanescencia magna de Slowdive.



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