Confieso que jamás he podido asistir al Primavera Club debido a una incompatibilidad de fechas. No es grave, pero este año me sentí especialmente mal pues actuaba una de esas pequeñas grandes bandas; las que son pequeñas para los demás y grandísimas para mí. Las que siento que debo asistir más como acto de militancia que como prospección de su directo, para mostrarles que su música ha entrado en la vida de unos cuantos. Y aunque su álbum “Hometowns”, tras la ignorancia inicial, haya sido reeditado –o redistribuido- un par de veces en otros tantos años –toda una recompensa moral-, me sigue pareciendo uno de los trabajos más infravalorados del último quinquenio. De modo que no me importaron las reseñas mixtas de su aventura catalana. Para mí The Rural Alberta Advantage están por encima del bien y del mal. Hasta que dejen de estarlo, naturalmente.
Lo primero que impacta al tener el digipack de “Departing” (Saddle Creek 2011) en las manos y abrirlo es comprobar que el diseño interior es exactamente el mismo que el de “Hometowns” (digno de figurar en el típico juego `adivina las siete diferencias´). ¿Propósito? Además del ahorro –es broma-, supongo que enfatizar la línea continuista con diferencias apenas perceptibles. Tal vez ahora algunas canciones se presentan más arropadas –las guitarras en conjunto y especialmente en “Two Lovers” y “Stamp” llegan mejor aliñadas- esquivando el crudo minimalismo del debut. Tal vez la voz se desgañite ahora sin buscar tanto el límite. Y sobre todo siguen utilizando lo sencillo sin remorderles que se les vean las costuras de los cuatro acordes típicos, hasta el punto de remarcarlos –final de “Under The Knife” y coros de “Barnes´ Yard”– con un híbrido de xilófono, quedando como brote verde el piano de “Coldest Days” y la despedida –su canción de cuna particular: la voz en “Goodnight” se acerca al tono nasal de Leon Russell– de diez.
La constatación de un segundo disco casi tan espartano en sus convicciones como el primero puede indicar dos cosas. La deducción fácil incita a condenar su involución: repitiendo las premisas no aguantan dos álbumes más. Pero, cuando de convicciones se trata en música, yo no me jugaría los euros. Los convencidos poseen dones y drones que traspasan sus limitaciones hasta convertirse en nuestra adicción. Si no fuera así, grupos como Low se hubieran disuelto tras el tercer álbum.
David, me encantaría conocer tu opinión sobre un disco que me tiene maravillado, el Diamond Mine de King Creosote y Jon Hopkins
(si cuadra, vamos) thanks anyway
Curiosa asociación (tengo discos de ambos, pero me ha interesado en principio más Jon). Hasta el momento he escuchado tres canciones en streaming y me gustan. Hay algo de Montgolfier Brothers en el enfoque.
Me gusta; como si Roger Quigley hubiera abierto las ventanas de su casa y entraran la brisa marina, la luz y el amor, por fin.
Hay mucho amor en este Diamond Mine (y servidor acaba de tener un bebé), me conmueve todo.
Gracias.