«La Femme Fakir» (La Femme Fakir)

Añoro Madrid. La Femme Fakir despiertan especialmente esa añoranza en mí . Durante varios años viaje de forma asidua y pasaba una o dos noches allí cada semana. Me encantaba pasear por Sol al atardecer en medio de la marea humana y aprovechar la noche para ver una película en VOSE en los cines Renoir o los Golem o asistir a algún concierto interesante y tomarme una tapa en una de sus entrañables tascas. Se diga lo que se diga, no hay bares como los de Madrid. No dudo que es un noble concepto en franca decadencia y que nada es comparable a los gloriosos tiempos de los 80 o los 90, pero sigue manteniéndose en ellos cierta esencia pseudocanalla, golfa a la par que intelectual, que los hace irresistibles.

Perdí la pista a Javier Colis, tras la separación de Mil Dolores Pequeños y no la he vuelto a recuperar hasta ahora, cuando a través de la excelente entevista que les dedica el fanzine Karate Press descubro que Adrián Ceballos, Julen Palacios, Gloria March y el propio Javier se conocieron en uno de esos benditos bares madrileños y decidieron formar La Femme Fakir. Un proyecto de pop-rock cuya apariencia accesible esconde un rico interior, anguloso, extraño y excitante.

Digo lo de accesible porque se trata de una formación clásica de guitarra-bajo-teclados-batería y de canciones, en su mayoría, de estructura y estribillo reconocible y con una duración en torno a los 3 minutos. Pero cuando el enorme bagaje musical de cada uno de sus integrantes y su inquietud creativa se ponen al servicio de esas canciones, para aportar de manera sutil, sin adornos innecesarios y siempre en beneficio de la propia canción, de su mensaje y su esencia, el resultado cuestiona las supuestas limitaciones de este formato. Y cuando encima lo hace de forma tan brillante como en este disco, no queda más que celebrarlo con un brindis entusiasta.

En el filo cortante de las guitarras de “Huesos y Movidas” o “Blasfemia” encuentro ecos del “Scary Monsters” de David Bowie. Una referencia válida como quizá otras miles, pero que me ayuda a situar con claridad el espíritu de “experimentación dentro de los parámetros de canción rock” que percibo en ellos. Pero no quiero seguir por ese camino, la música está creada en servicio de unas canciones, cuyas agudas letras hablan del día a día del Madrid de hoy, de sus recortes, sus miserias y también sus grandezas. Sin tópicos, ni eslóganes, desde una visión poética muy particular, poliédrica y ligeramente burlona, a su vez también al servicio de las canciones y de sus sonoridades. Se construye así uno de los mejores discos, sin limites de estilo, que he escuchado en este país en los últimos meses. Así, sin paliativos.

Y es que La Femme Fakir es un grupo de elegancia austera, conversación inteligente y humor fino como tantas gentes madrileñas que llevo en mi corazón.

 

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