4. De como el mito traduce una realidad en tránsito
Sofía me dice que el canadiense no es un modelo referencial al que seguir. Admira su carrera artística, y sobretodo cómo ha conseguido hacerse famoso con tesón, pero ahora su figura la ve con apasionada distancia. La realidad en la que se encuentra ella es diametralmente opuesta, digamos que ya ha pasado por los diferentes ritos de iniciación y ahora reposa como el guerrero después de una larga batalla.
En un notable libro de artículos titulado “Dios, entre otros inconvenientes”, Xavier Rubert de Ventós hace referencia a la realidad filtrada por los medios de comunicación, y a los rituales de paso: “Los hombres han tenido siempre a celebrar las encrucijadas decisivas de su vida -nacimientos, boda o muerte -con ritos de iniciación o de pasaje que conjuran el vertigo producido por el ingreso en un territorio desconocido, inseguros de su ciencia y competencia en el mismo. Se trata de los momentos cruciales en los que se entremezclan la biografía y la cronología, los sentimientos y las instituciones; momentos a los cuales se quiere dar una dimensión pública, un aire solemne, estereotipado y reverencial. Hasta hace poco, esta dimensión pública la daba el brujo o el sacerdote. Hoy la puede dar directamente el público mismo” . Construir un mito es adentrarse, y asumir como un paso obligatorio, por una intrincada trama simbólica que sigue por unas etapas o categorías: sacrificio, plegaria, encantamiento, trance, procesión, y un sinfín más de casuística. Este tránsito es necesario para consolidar al mito. Sobre los mecanismos de los ritos de paso escribió profusamente el antropólogo francés Arnold Van Gennep en 1909, y lo hizo descomponiéndolos entre los ritos de separación (funerales) , los de margen (noviazgo, o de iniciación), y los ritos de agregación (matrimonio). Toda esta secuenciación juega un papel importante en la configuración del mito. El fan de JB pasa por una fase de latencia que permite la acción ritual en el tiempo (inputs de información masiva, y posterior filtro y recopilación hecha concienzudamente por la vorágine fan); posteriormente desemboca en una “agregación” asimilada en la vida cotidiana (veneración compartida). Una vez “naturalizada” esa asimilación, llega el momento de tender puentes hacía el símbolo (mito) a través de premisas negociadoras: ofrendas y sacrificios a cambio de salvación. El proceso ritual permite que Sofía, por ejemplo, haya podido salvar la distancia que separa al mito (que para ella, en una primera fase, está en la esfera de lo divino) de lo terrenal y mundano. Llegamos a la realidad actual: una vez experimentado este tránsito, este viaje que parecía sin retorno hacia lo divino, sirve de inusitado aprendizaje, y de hermosa metáfora de la pérdida de la inocencia.
La verdad es que no soy filósofo, ni sociólogo ni teólogo, pero, en mi humilde opinión, no estoy de acuerdo con Rubert de Ventós, en que los momentos de la vida citados se «celebren con ritos de iniciación o de pasaje». Puede que algunos lo hagan así, pero otros los celebran con sacramentos. Para mí un sacramento no es un rito, en cuanto que no tiene relación necesariamente con un mito. Además los sacramentos no tienen que ver con el «ingreso en un territorio desconocido» ya que se celebran normalmente compartidos en comunidad y/o en Cristo, y dicha comunidad y/o Él ya han pasado por esos momentos, por lo que no son necesariamente desconocidos.
En cuanto al fenómeno fan, para mí no veo problema en que siga existiendo. Es más, lo considero necesario. ¿Cómo sería el surgimiento de la vocación de un músico pop, por ejemplo, sin haber pasado previamente por la fase fan? Probablemente la vida de muchos sería una amargura. Otra cosa es, como dije en otro comentario anterior, que la industria se haya ido aprovechando de eso para vendernos una moto de baja calidad.