Guillaume Stankiewicz

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Tiene el aire encandilador de un Rodrigo Amarante (escuchen, por ejemplo, el “Mon Nom” del brasileño y luego a Guillaume Stankiewicz y convendrán conmigo en que el francés que presentamos hoy aquí juega en la misma liga que el carioca) ya sea guitarra en mano o en su calculado aspecto de cantautor hipster. Tampoco anda muy lejos el olfato preciosista y delicado de Louis Philippe, pero la sombra de Dominique A es la que, de momento, más persigue a este parisino a la hora de buscar asideros para tratar de situar sus canciones.

Precedido por dos eps digitales igual de recomendables -de 2014 y 2016 respectivamente-, llega su primer álbum oficial titulado “Les années” (La Souterraine, 2017), que funciona realmente como una recopilación de tonadas de un periodo de tiempo más amplio en total (aproximadamente diez años). Como en toda selección que se precie donde buena parte del material permanecía oculto más allá del círculo cercano del autor, hay felices descubrimientos inéditos y sonoras ausencias. Del segundo grupo pienso sobre todo en “San Francesco del Deserto” o «Le temps que j’avais” (ambas del infrarrepresentado “Sans cesse et sans bruit” cuya canción homónima, eso sí, aparece en el álbum como auténtica piedra de toque).

Stankiewicz posee un desarrollado instinto adulto de la composición, lo que le permite dominar a la perfección tempos, espacios, atmósferas, distribuciones estructurales y las tensiones de que todo ello se derivan; capacidad si no aprendida directamente del autor de “La mémoire neuve” desde luego muy coincidente con él en el resultado final (el propio Stankiewicz prefiere llamar más la atención sobre referentes folk del otro lado del charco a la hora de rastrear su inspiración). Conclusión previsible: parece (y es) el disco impropio de un debutante, a pesar de incluir alguna pieza más anecdótica que la media –“Come along with me”– que no termina de resentir en absoluto el conjunto.

Ni músico en ciernes o prometedor ni zarandajas por el estilo: aquí hay un creador hecho y derecho, con piezas sobradas de carisma que solo necesitan una difusión más acorde a su innegable talento: ahí va un modesto granito de arena.

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