De un lugar en apariencia tan insospechado como Yogyakarta, en Indonesia, son Brilliant at Breakfast, sexteto de indie-pop catecúmeno rescatado a principios de este año –de una manera no menos imprevisible- por obra y gracia de Gerpfast Kolektif, un sello de las mismas latitudes y, sin embargo, curtido en muy diferentes coordenadas: ruidismo impenitente y experimentalismo procaz es lo que –editorialmente hablando- más llevan trabajado hasta ahora.
Hablo en presente para referirme al grupo indonesio ya que su cuenta de Facebook sigue más o menos activa –se interrumpe justamente en enero-, pero si nos atenemos a su producción discográfica esta se reduce a un exiguo puñado de canciones compuestas hace más de un lustro y reutilizadas –según la selección- en un ep inicial, en un larga duración y en la participación para el split (¡formato cassette!) que hace unos meses les trajo de nuevo a la palestra, a medias con los japoneses The Natsuyasumi Band. Otro cruce inesperado –aunque no tan abrupto- habida cuenta del contraste manifiesto entre ambas formaciones: el candor electroacústico de los primeros enfrentado al ropaje electrónico que domina las canciones de los nipones.
Circunscribiéndonos al único álbum de Brilliant a Breakfast hasta la fecha –“Being Verbose Is Easy, Being Verbose Ain’t Easy”, de 2011, publicado por sus paisanos de Paperplane Recordings y motivo cardinal para lanzarme a escribir estas líneas-, la cosa viene a ser como para llamar seriamente la atención de los fans empedernidos de Sarah Records y (sobre todo) de los que reconocen la cátedra involuntaria de Marine Girls en ese pop de mesa camilla esquemático, nostálgico y veraniego que se puede sentir en cada uno de los cortes de “Being Verbose”. Citar también el temple doméstico de Aventuras de Kirlian –“Nobody Ever Died of a Broken Heart (But I Don’t Want to Be the First)»– o la palidez ausente de Dead Famous People –atentos a “The Songwriting Song”, su canción más contagiosa- es hacerlo sin apenas esfuerzo y sin asomo de pudor, ya que juegan exactamente en la misma liga: en esa misma donde, a pesar de trabajar con unas estructuras explotadas hasta la extenuación –como mínimo desde los tiempos del tercer disco de The Velvet Underground-, a muy pocos les está reservado el privilegio de aguantar el tipo sin caer en la caricaturización o la desidia. Brilliant at Breakfast, desde su condición de reconocidos devotos de este estilo sencillo y recogido que parecía perdido en el baúl de los tiempos, dieron un buen día en la diana con un disco que es toda una delicia y que debería traspasar océanos.