Shovel Dance Collective

Shovel Dance Collective es un colectivo de músicos entusiastas que hurgan en el legado folk de Gran Bretaña e Irlanda desde una perspectiva revisionista rigurosa pero a la par procurando a partir de allí construir alternativas creativas.

   Desde la profundidad del folk tradicional publican “The Water Is The Shovel Of The Shore” (Memorials Of Distinction 2022), obra conceptual de cuatro suites de un cuarto de hora trabajando el tema del agua. Muchas grabaciones de campo con este elemento como protagonista separan cánticos medievales, melodías milenarias, plegarias y canciones tradicionales, todas cosidas en torno a él. Utilizan básicamente instrumentos antiguos, como órgano de tubos, dulcimer, violín, celo, trombón, acordeón y banjos, que no se limitan a parámetros clásicos, sino que adquieren un aire experimental –es folk experimental de hecho- no exento de belleza serena. Y, gracias a la amplitud de miras –sin nunca enfrentarse al academicismo-, logran pisar espacios nuevos. Un poco como la sensación cuando escuchas a Godspeed You! Black Emperor: son post rock aunque buscan un equilibrio musical más allá de la etiqueta.

   En la pieza final de la cuarta suite, correspondiente al último tramo, revisan una canción de la Guayana británica que cantaban los esclavos, “Ova Canje Water”, recuperada gracias al escritor Roy Brummell. El efecto de la voz mientras se vadea el túnel –probablemente inundado- de la estación de Elverson road, es impresionante. Es su aportación socialmente militante.


«Blood On The Tracks» (Ryan Adams)

   A principios de diciembre Ryan Adams entregó una versión del álbum “Nebraska” de Bruce Springsteen, recuperando el divertimento que ya le dio muchos puntos siete años atrás recreando “1989” de Taylor Swift. Seguramente debido a la pandemia y al confinamiento, que permitían salirse del guión con instrumentación más casera.

   Lo que pocos imaginaban es el regalazo que Ryan les preparaba para el día de navidad, su recreación personal del mítico “Blood On The Tracks” (Pax Americana 2022) de Bob Dylan , que no pretende alcanzar las cotas emocionales del original –no podría, y Ryan lo sabe-, pero trabaja con premisas distintas estirando la ambientación en los finales de algunas piezas, lo cual nos permite en primera instancia volver a disfrutar de aquel mismo viaje narrativo y a la vez deleitarnos con unos juegos de guitarras sugerentes.

   Algunas canciones apenas se han retocado más allá de la neblina de reverb sobre caja de ritmos a modo de trama, como “Tangled Up In Blue”, “You´re Gonna Make Me Lonesome When You Go”, “Lily, Rosemary And The Jack Of Hearts” y “If You See Her, Say Hello”. A “Simple Twist OF Fate” le inyecta un pulso más rodante, a “Idiot Wind” una rabia más etérea y balsámica, y a “Meet Me In The Morning” un olor de blues más venéreo. Las sorpresas se centran en las segundas mitades de “You´re A Big Girl Now”, “Shelter From The Sorm” y “Buckets Of Rain”, estiradas –las dos últimas hasta los once minutos-, donde Ryan teje una tela de juegos de guitarra acústica entre Ryley Walker, Grateful Dead e incluso John Martyn –en la última se permite terminar en modo ambient techno- que escapan del concepto romántico elaborado por el compositor.

   Sea como fuere, es un homenaje que aporta un bienvenido factor personal, además de poner a Ryan en el lado correcto de la Historia, el de los que piensan que es el mejor disco jamás publicado. El que te conduce por el viaje más importante; una madeja de encuentros, despedidas, y la soledad agridulce subyacente entre el destino y la misericordia. El viaje de la vida.


For Tracy Hyde

   La escena japonesa, esa gran desconocida, con cientos de bandas fuera del radar occidental. ¿Las buenas o las malas noticias primero? For Tracy Hyde publican su quinto álbum tras diez años de singladura. Y, ya de paso, anuncian su disolución.

   El shoegaze de Azusa Suga en “Hotel Insomnia” (P-Vine 2022) conjuga bien un sonido espectacular con no menos espectaculares tonadas. Si al principio las descargas apocalípticas se ciernen tras cada acorde en “Undulate”, en seguida las guitarras –más relucientes que Camera Obscura en “The First Time (Is The Last Time)”- hacen hincapié en la brillantez del pop japonés. El disco va combinando el shoegaze con el dream pop para contentar a todos los sectores. Tanto la psicodelia ratonil de “Kodiak” como el fuelle de “Bleachers” poseen un magnetismo cautivador, gracias a la pericia de Mark Gardener (Ride) masterizando.

   En la segunda mitad de la grabación se sitúan los singles. “Friends” es dream pop de manual que eleva el espíritu tanto como aquel primer disco de The Pains Of Being Pure At Heart; menos estruendoso que “Milkshake” e imparable que “Subway Station Revelation”. Sin embargo, idéntico placer se puede obtener de canciones no tan promocionadas que se ubican en la franja menos vistosa del disco, como una “House Of Mirrors” de ensoñación típica nipona que incluye un tramo de rap incrustado. Magia desde el invierno asiático. Quienes quieran despedirse, pueden intentar asistir a su último concierto el 25 de marzo en Tokio.


Rozi Plain

   Colaboradora en This Is The Kit, la banda de Kate Stables, relacionada con King Creosote y colectivos como Fence, Rosalind Leyden, más conocida como Rozi Plain, ha publicado su quinto álbum “Prize” (Memphis Industries 2023) producido por su compañero de banda Jamie Whitby Coles.

   Un disco sublime capaz de embriagar al aficionado más sobrio. No es fácil definir las sensaciones que produce, gracias a la interacción de las partículas emitidas por semejante elenco de músicos. De hecho este manto balsámico formado por finas guitarras, hilos de sintes zigzagueantes y saxo –a veces incluso se confunden- fluye susurrante aunque pertinaz, como ejecutado por unos instrumentistas que, aún sabiendo que podrían forzar la dinámica, se relamen disfrutando del placer del sigilo; como si de descubrir el soft jazz se tratase (participan Alabaster LePlume, chicas de Bas Jan y Danalogue de The Comet Is Coming, entre otros).

   Cuando la letargia de atardecer benigno pastoral de “Complicated” se estira hasta dejar entrar “Help” en la misma tónica, uno ya intuye que el resto de las composiciones se interpretarán con un mimo semejante, tirando de cariño hasta que la misma estructura demande su fin. Como si fundiéramos la calidez de los arreglos de “Hawaii” de High Llamas con la ventilación del jazz que concebía Destroyer en “Kaputt”; en versión femenina del 2023. Terciopelo.


Sorry

  En “Anywhere But Here” (Domino 2022), segundo álbum como Sorry, las composiciones de Asha Lorenz y Louis O´Bryen vienen tamizadas por la producción pastosa de Adrian Utley (Portishead) y Ali Chant, que no brilla en los instrumentos por separado sino en la corrosión derivada de su ensamblaje, perfectamente identificados con la interpretación onírica.

   Se palpa en seguida en “Let The Lights On”, aunque empieza a cuajar en una “Key To The City” que no esquiva lo carnal, y sobre todo al recurrir en “There´s So Many People That Want To Be Loved” a una alegría festiva tibia y espontánea por entre el caos aparente, o a ese punto de dulzura desquiciada somnolienta –unos gorgoritos operísticos incluidos- de pronto detectable en “I Miss The Fool”.

   Aunque las canciones varíen, se mantiene un tono personal inconfundible respecto a otros similares –básicamente provenientes del indie norteamericano- que tampoco se debe a su genética británica, y escapa a la ecuación del pulso seco habitual –como en una intensa “Closer”- gracias al tratamiento de las voces. Con un punto de desolación inevitable –“Screaming In The Rain”- que, cuando aflora –“Again”-, nos sume en la espiral eléctrica envolvente mientras ascendemos cada peldaño de la escalera de catedral.