Admitía John Cale en su autobiografía que en las reuniones –por llamarlas de alguna manera- de la Factory a menudo se sentía como el freak heterosexual que nunca sabía dónde mirar. Lou Reed era el tocapelotas, el tío guay que iba de ambiguo cuando era Andy el que miraba y el borde que dedicaba peinetas cuando era John el que tenía algo que decir. Lou no se liaba con nadie; tiraba la moneda y esperaba reacciones, quien sabe si buscando chicha para escribir la gran novela que nunca hará. Sigue leyendo «Sad Song» (Lou Reed, 1973)